En los últimos años, el suelo en gestión ha pasado de ser un término reservado a urbanistas y técnicos a convertirse en una palabra clave en el mercado inmobiliario.
En un contexto donde el suelo disponible para construir es cada vez más escaso y la presión por aumentar la oferta de vivienda no da tregua, estos terrenos aún en transformación se han convertido en el verdadero campo de juego para quienes miran al medio y largo plazo.
¿Qué es exactamente el suelo en gestión?
Aunque suene técnico, el concepto es bastante sencillo: se trata de suelos que todavía no están listos para edificar -porque les falta desarrollo urbanístico, trámites administrativos o adaptaciones normativas-, pero que tienen un potencial claro de convertirse en suelo urbanizable. En otras palabras: hoy no puedes construir, pero mañana puede que sí… y ahí está el valor.
Este tipo de activos suele ubicarse en zonas bien conectadas, con expectativas de crecimiento o cerca de núcleos urbanos que ya muestran tensión en la demanda. No es casualidad que se haya convertido en el objeto de deseo de promotoras, fondos e inversores que entienden que, en el sector inmobiliario, saber leer el mapa del futuro lo es todo.
¿Por qué se está hablando tanto de este tipo de suelo?
Porque el suelo finalista, el que ya tiene todos los permisos en regla y está listo para construir, cada vez es más difícil de encontrar. Y cuando aparece, suele tener precios muy altos, especialmente en las grandes ciudades.
Ante este panorama, muchos actores han puesto el foco en suelos en gestión como una apuesta estratégica. Su valor es menor en el presente, pero su potencial de revalorización -una vez transformados- es altísimo. Además, permiten planificar con cabeza y adelantarse al mercado.
¿Dónde está el freno?
Aquí es donde viene el reto: transformar suelo en gestión en suelo finalista no es rápido. De hecho, puede llevar más de una década. Entre la tramitación administrativa, los ajustes urbanísticos y la coordinación entre distintos organismos, los tiempos se alargan más de lo deseado.
Esta lentitud genera un problema real: hay demanda, hay necesidad, pero no hay suficiente suelo disponible a corto plazo. Y eso tensiona aún más el mercado.
Lo que viene: impacto directo en la oferta futura
Lo interesante es que, si se gestiona bien, el suelo en gestión puede ser la clave para aumentar la oferta futura de vivienda, logística, oficinas o espacios mixtos. No solo eso: también abre la puerta a regenerar zonas industriales, reconvertir espacios infrautilizados o desarrollar barrios más sostenibles y pensados a largo plazo.
En ese sentido, no se trata solo de construir más, sino de construir mejor. De poner en valor terrenos que hoy están “en pausa” pero que pueden jugar un papel clave en la configuración de las ciudades del mañana.
En Aliseda llevamos tiempo apostando por este tipo de activos. Analizamos, gestionamos y transformamos suelo con potencial, siempre con una visión estratégica.
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